Este 28 de diciembre se cumple aun año de la partida de Pedro Suárez Vértiz, quizás uno de los artistas más queridos de nuestra escena musical. Su impronta y su apellido permanecen gracias a la aparición en los escenarios de su hijo Tomás, un joven de 20 años que ha heredado no solo sus genes sino un desenvolvimiento escénico que ha entusiasmado a los fans de Pedro.
Sin embargo, Tomás desea desarrollar una carrera propia. Sabe que su apellido lo ayuda, pero se está esforzando en desarrollar sus propias canciones. Ya tiene dos temas en la palestra, y algunos más guardados, además de propuestas para presentarse, con las canciones de su papá como emblema, tanto dentro como fuera del país. Este sábado lanzará una nueva canción, una en homenaje a su padre. Si la música fuese un asunto de genes, futuro tiene. También juventud y entusiasmo.
- ¿Quisiste rebelarte y no dedicarte a la música?
- Mi oficio frustrado es el de astrónomo. Siempre me interesó el espacio. También quise ser marino porque Rosita, mi abuela, trabajó en la Marina y, por eso, mi papá nació en el Hospital Naval. Ahora, desde chico siempre me gustó la música y, de eso, es responsable mi papá, quien todo el día ponía música en casa, culturizándonos. Sonaba su música, pero también música clásica. Nos tocaba el piano, la guitarra.
- ¿Su sala de ensayo estaba en tu casa?
- No. Vivíamos en un departamento miraflorino, no muy grande y, por temas acústicos, no ensayaba allí. En casa, la música era un pasatiempo.
- Él era muy fan de los Stones. ¿Los hizo fans de esa banda a ti y a tus hermanos?
- Nunca se “encargó” de hacernos fans de alguna banda, nos mostraba un poco de todo para que podamos entender los géneros, las distintas vertientes musicales, los tipos de música, etcétera. Pero si algo se ponía siempre en casa era música clásica: Tchaikovsky, Beethoven, Mozart, siempre a la hora de comer. Pasaba mucho tiempo en el estudio de Manuel y Saúl Cornejo, en San Miguel. No recuerdo haberlo visto componer en casa, lo hacía en el estudio.
- ¿Tu casa estaba llena de guitarras?
Eso sí. Teníamos un piano de pared, muy antiguo y muy desafinado (risas). Ese piano se lo hemos regalado a Saúl y Manuel. También teníamos un bajo que mi padre heredó de su padre. Y en el almacén, ordenados como un tetrix, había muchas guitarras, una colección valiosa, muy bien cuidada, que aún conservamos.
- ¿Te enseñó a tocar algún instrumento?
- Me enseñó a comprender los conceptos básicos del piano. Me inscribió en clases de música clásica, pero no me gustaba tocar esa música. La oía, sí; pero no quería tocarla. Prefería tocar las canciones de moda.
- ¿Qué escuchabas? ¿Qué escuchas?
- Primero, como no había Spotify o Apple Music, escuchaba los discos de mi papá, quien tenía más de mil CD, básicamente de rock: Beatles, Stones, The Clash, Nirvana, Radiohead y, sobre todo, Hendrix, quien es una influencia decisiva para mí. Hoy escucho un poco de todo: no me disgusta el reggaetón.
- ¿Te llamarías rockero?
- (Piensa) ¿Qué soy? Un “poprockero”. Me gustaría hacer rock puro, pero tengo un concepto al que llamo “el triángulo de la música”: 1. Lo que me gusta hacer. 2. Lo que le gusta escuchar a la gente. 3. Si quiero vivir de la música, ¿qué me dará de comer? Entonces, en 2024-2025, el rock quizás no sea lo más comercial y, aunque me gustaría ir por mis gustos, primero necesito hacerme un nombre. Me encantaría hacer rock al estilo Hendrix, Nirvana o Libido, banda a la que admiro mucho, pero mi estrategia va por hacerme un nombre y, luego, variar. Así lo hizo mi papá, quien empezó con baladas y algo de rock. Cuando ya era “Pedro Suárez Vértiz” empezó a hacer cosas distintas. Por ejemplo, “Cuando el sol va a salir” es un reggae; “Cuando piensas en volver”, un huayno. Al final de su carrera, hacía lo que quería.
- Para hacerte un nombre, ¿sientes que te ayuda o te perjudica apellidarte “Suárez Vértiz?
Es una ayuda y un privilegio ser su hijo. Lo reconozco. Es verdad que las cosas fueron más fáciles e inmediatas para mí, gracias a que soy hijo de un cantante, y no cualquier cantante sino uno muy famoso, al menos a nivel nacional. Así he podido presentarme en la reunión de Libido, tocar en los shows del Grupo 5 o Armonía 10, las bandas que más suenan en este país. Aquí, la música es un azar, uno no sabe cómo te irá, más aún si deseas dedicarte a esto. No hay punto medio: o te va bien, o te va muy mal. Por eso, cuando me piden un consejo les digo a los chicos que estudien, aunque no necesariamente música: mi padre y yo estudiamos Comunicaciones y, al final, nos dedicamos a la música. De los tres hermanos, mi hermana es la que más sabe de música, pero no se dedica a ella.
- Sin embargo, ya tienes temas propios…
- Me siento muy libre al cantar las canciones de mi papá. Mi carrera tiene recién seis meses –empecé en junio–, y si algo he intentado es hacerle entender a la gente que no soy un tributo ni un imitador, sino un artista propio y original, que hago mi propia música. No me preocupa hacer un concierto solo con música de mi papá. No me preocupa que la gente piense “este chibolo se está anclando del talento de su papá”. Mi intención es dedicarle, al menos hasta el 28 de diciembre, que se cumple un año de su muerte, todo mi esfuerzo a él y a su música. En 2025 publicaré mis canciones, pero primero quiero dejar en alto su nombre. Necesito todo el tiempo posible para hacer música, mi música. Hoy trabajo solo con sencillos, pero espero pronto lanzar un álbum.
- ¿Cuál es tu método de trabajo?
- No me gusta que haya gente en casa cuando compongo. Me gusta el silencio, me gusta la paz. Compongo en el piano eléctrico que me regaló mi papá. También grabo notas de voz y algunas melodías en mi celular. No soy vintage (ríe). Ya tengo casi lista una canción en homenaje a mi papá. Espero estrenarla este 28 de diciembre. Me resulta más fácil crear melodías. La lírica me cuesta. Antes pensaba que la composición era un don, pero he descubierto que también se puede trabajar, al menos durante unos 30 minutos al día, así no te salga nada vas ampliando tu creatividad.
- ¿Solo le dedicas 30 minutos al día?
- Me puedo sentar al piano una hora, una hora y media. No todos los días, a veces un día sí y un día no, pero me siento aunque no me salga nada y, dentro de mi frustración, me obligo a estar allí. Al fin y al cabo, siempre sale algo, bueno o malo, y lo grabo.
- ¿Qué tan autocrítico eres?
- Mi música tiene que ser perfecta. Ya tengo dos canciones publicadas: “Incondicional” y “Me recuerdas a alguien”, mi primer sencillo oficial. Las compuse con Pierre Aguilar, mi mánager. Son canciones muy comerciales, no son lo que busco hacer, pero me sentía obligado a sacar música propia en mi lanzamiento como artista. No quería solo hacer covers de Pedro Suárez Vértiz. Necesitaba decir “estas son mis canciones, yo también soy compositor y planeo tener mi propio repertorio”.
- ¿Tienes material inédito?
- Me encantaría decirte “tengo 40 canciones inéditas”, pero tengo tres canciones que estoy puliendo. Espero que a la gente le guste. Siempre comparto algunos adelantos con mis seguidores en redes sociales, y sé que gustan, lo que me motiva a crecer como artista.
- Como músico, ¿qué deseas comunicar?
- Todo es situacional. No siempre me gusta hablar de amor, a veces toco situaciones ficticias, pero también íntimas. Por ejemplo, mi enamorada está por irse a vivir al extranjero, lo que me está costando mucho. Algo puede salir de allí. Un artista analiza todo lo que le rodea y, de allí, surgen ideas.
- ¿Qué sientes cuando estás en el escenario?
Mucha adrenalina, mucha felicidad, mucha emoción. No me pongo nervioso, siempre estoy muy sereno. El público te da una energía especial, más que la de una bebida energizante (risas).
- ¿Cómo sientes tu voz?
- Me dicen que es idéntica a la de mi papá. No sé cómo tomar esto, porque mi intención no es imitarlo, quizás sea algo genético. Si nos parecemos físicamente, no es descabellado que tengamos similitudes artísticas. Ambos somos muy locos, muy eróticos.
- Tu carrera tiene meses. ¿Cómo te imaginas en unos años?
- Quiero vivir de la música. Eso me haría feliz. No quiero lujos, no quiero vivir como un rapero gringo, con varios Ferrari. No, quiero vivir cómodamente, siempre en Miraflores. Pondré el 200% de mi esfuerzo, lo daré todo. Quiero mostrarle al Perú de qué estoy hecho. Claro, si hago solo lo que me gusta quizás nadie me escuche, pero, al final, iré por lo que me gusta, aunque no sea respetado, famoso o adinerado, pues ya soy feliz siendo solo un artista. Mi misión es revivir el rock en este país, como lo está haciendo Libido, banda que está llenando todos los locales donde se presenta. También pretendo que la música de mi papá nunca deje de sonar. Tendré mi repertorio propio, pero siempre cantaré sus canciones.