Hay lugares místicos, llenos de energía, unos que nos hacen recuperar la fe (cuando la hemos perdido) o afianzarla (porque siempre es posible creer un poco más). Uno de esos sitios mágicos está en Mendoza, en el Valle de Uco, en la zona de Gualtallary, sobre el Monte Alabanza, en la Viña Única del Monasterio, donde se ubica PerSe.

No, no es un juego de palabras. En efecto, PerSe tiene sus viñedos (y su novísima bodega) en una pequeña montaña llamada Monte Alabanza, ubicada sobre los 1400 metros sobre el nivel del mar, en la cual hay un Monasterio donde viven algunos monjes en retiro espiritual, eso sí, siempre vínico, porque ya sabemos que el vino es “la sangre de Cristo”.

Allí, se instalaron, desde el 2013, los enólogos David Bonomi y Edy del Popolo, dos de los más grandes hacedores de vino en Argentina. Bonomi es el director enológico de Norton, una de las bodegas más grandes y renombradas de Argentina, y Del Popolo está a cargo, desde hace varias décadas, de los viñedos de Susana Balbo, otra bodega top de los vinos mendocinos. Se conocieron en los 90, cuando trabajaban en Gancia, y desde entonces tuvieron en mente trabajar juntos.

Con PerSe, eso fue posible. En este lapso de tiempo, sus creaciones son ya míticas: por la calidad de sus suelos, por la belleza del paisaje que los rodea (con la Cordillera de los Andes como hermoso fondo), por sus pequeñas producciones, por el cuidado con el que cuidan la viña, por la fe que comparten y guía su trabajo y por el extremo profesionalismo con el que ponen sus vinos en el mercado.

Para muchos, nos incluimos, PerSe tiene algunos de los mejores vinos no solo de Argentina, sino del planeta. Siguiendo su estela, llegamos al Monte Alabanza. Salimos con una nueva religión, la de PerSe. Esta es la historia de nuestra peregrinación.

PERSE, VINOS ÚNICOS, ENTRAÑABLES, INSUPERABLES

Corría el año 1992. David Bonomi era un joven con mucha fe y, enterado de que unos monjes habían instalado una capilla en Monte Alabanza, en la zona de Gualtallary, en su Mendoza natal, allí se dirigía todos los domingos a escuchar misa.

Con cada visita, salía renovado. El paisaje, además, lo emocionaba, uno coronado por un monte imponente y, a la vez, agreste y acogedor, digno de una estampa paradisiaca.

Poco tiempo después, los monjes sembraron una viña en las laderas del monte, y empezaron a producir vino. El lugar, ubicado a pocos metros de Adrianna, el mítico viñedo de Catena Zapata, ofrecía condiciones únicas para producir vinos de calidad… pero los monjes no lo sabían.

Bonomi nos cuenta que, imaginado ya el sueño de PerSe junto con Edy del Popolo, volvió al lugar y comprendió que era ideal para hacer realidad su proyecto enológico, ese con el que siempre habían fantaseado.

El espacio era ideal porque sus suelos eran calcáreos, esa materia que permite elaborar vinos únicos, vinos de paisaje, vinos expresivos, vinos con energía y, claro, místicos. El suelo de Gualtallary ofrece condiciones únicas. Las bodegas instaladas allí hablan de suelos calcáreos, material con el que están constituidos los principales viñedos del mundo, los de la Borgoña, en Francia, por ejemplo.

Sin embargo, las tierras del Monte Alabanza son distintas, nos explica Edy del Popolo. Mientras en otros espacios cercanos las piedras están cubiertas de carbonato de calcio, cualidad excepcional sin duda, en los viñedos de PerSe todo es puro suelo calcáreo, es decir, no solo el revestimiento. Ese es su plus, esa es su grandeza. Además, claro, el trabajo dedicado (y delicado, vid por vid), de Bonomi, del Popolo y su hijo Santiago, el otro integrante de esta Santísima Trinidad vínica.

Conversaron, entonces, con los monjes, y llegaron a un acuerdo de largo plazo. En Monte Alabanza y sus laderas, se iba a instalar PerSe. Primero, Bonomi y Del Popolo hicieron los vinos para los monjes. ¿El resultado? Agua bendita, porque si bien la tierra era mágica, la enología previa a su llegada era bastante terrenal.

Sembraron más viñedos, sobre todo en las laderas del monte, en sus varias caras, alcanzando un trabajo de filigrana propio de artesanos competentes e ilustrados. Esa altura, su exposición solar y la amplitud térmica, además de los suelos y el paisaje, claro está, dieron origen a la leyenda PerSe. Hoy tienen 3.8 hectáreas de viñedos y pronto serán dos hectáreas más. Las cepas plantadas, Malbec, claro, y Cabernet Franc, pero ya hay vides de Chardonnay y algunas otras cepas blancas, de las que ya han producido vino, pero aún de carácter experimental.

El viñedo está dividido en pequeñas parcelas (La Craie, Jubileus, Uni del Bonnesant, Volaré del Camino e Inseparable), casi todas con vides plantadas bajo el sistema cabeza o gobelet (tipo arbusto), método con el que se alcanza muy poca producción (con rendimientos de 300 gramos por planta, casi nada), pero con una calidad extrema.

“Nuestra labor comienza en el viñedo y, desde una viticultura no intervencionista, microvinificamos minúsculas cantidades en barriles de más de tres usos, como también lo hacemos en pequeñas tinas cerradas o vasijas de concreto”, afirman David y Edy.

“Tenemos como misión mostrar en nuestros vinos cada parcela tal como es, sin obsesionarnos por la tecnología o el sobreuso de recursos, sino más bien capitalizando el conocimiento adquirido y respetando las tradiciones”, agregan.

El primer PerSe se produjo en 2013. En las 11 vendimias siguientes, la calidad de sus vinos no ha hecho sino crecer cada año más, con algunas cosechas mejores que otras, sin duda, porque la naturaleza y sus inclemencias y el cambio climático, que se siente, también hace su parte. Por ejemplo, en todas sus líneas, la bodega produce unos 20 mil litros por año; en embargo, en 2020, por las inclemencias climáticas, solo produjeron algo más de 6 mil litros.

“Preferimos las añadas frías”, nos dicen Bonomi y Del Popolo, como las que se tuvieron en 2013, 2016 y, claro, en 2019 y 2021, con las que los vinos de PerSe, en su línea La Craie, alcanzaron los anhelados 100 Puntos Parker.

Los vinos de PerSé son pocos y exclusivos y llenos de energía: son electricidad pura. Por su reducida producción, no llegan a todos lados, pero vale la pena buscarlos. Por eso, nosotros hicimos la peregrinación hacia el viñedo, uno ubicado a dos horas de Mendoza. El esfuerzo valió la pena, por la belleza del paisaje, por la humanidad a flor de piel de David, Edy y Santiago, y claro, por los vinos. ¿Qué probamos? Estas maravillas.

1. Inseparable Malbec 2021. Se produce en un viñedo ubicado a 1430 msnm. Prensado directo. Se vinifica en piletas de tres mil litros, y el 70% hace maceración carbónica. No pasa por madera: fermentación, maceración y crianza al 100% en concreto. El resultado, como dice nuestra amiga Estefanía Litardo, un vino Insuperable: delicado, fresco, sobrio, elegante, sabroso.

2. Volaré del Camino 2021. Viña única del Monasterio. El vino proviene de la viña original plantada en el lugar, esa donde los monjes hacían sus primeros vinos. “La diferencia con los que hoy hacemos es notable”, nos dice, con humildad y sonrojo, Bonomi. Los Volaré de hoy provienen de un viñedo de 0.45 hectáreas, con suelo calcáreo y apenas 1946 plantas sembradas, lo que asegura su concentración y calidad. “Los años 2019 y 2021 fueron excepcionales”, nos dice Santiago, mientras nos explica que el viñedo está a la sombra de unos pinos que rodean el ingreso a la finca. “Son vides poco vigorosas pues cuentan con poco suelo. Esto es un plus para la vid”, agrega. El vino reposa en tinajas de 500 litros, y se producen alrededor de 1500-2000 botellas por año. ¿El resultado? Un vino para recuperar la fe.

3. PerSe Jubileus Malbec 2021. El vino proviene de una parcela de 1.83 hectáreas ubicada en el Monte Alabanza, a casi 1500 metros. En la parcela hay 9559 plantas, es 100% Malbec y sus suelos son calcáreos. La fermentación es de unos 14 días, es reductiva y se trabaja a través de microvinificaciones de un máximo de 500 litros. El resultado es un vino elegante, vibrante, profundo, uno que emociona y que invita, primero, a la contemplación y, luego, a la tertulia, si es ilustrada, mejor. Es un vino para pensar en el mañana, un vino hecho para trascender.

4. PerSe La Craie 2021. Para algunos conocedores, la joya de la corona. Diremos que se hace en un viñedo de 1.43 hectáreas, en el que hay 9480 plantas; que en su fórmula lleva Malbec y Cabernet Franc. Es un vino transparente, paisajista, hermoso. Nosotros, lo reconocemos, lo miramos con devoción. Recibió los 100 Puntos Parker. Nuestro corazón le ha dado mil. Mientras lo probábamos, en broma decíamos que, después de gozarlo, nuestros besos pasarían a la categoría de celestiales, divinos, más exclusivos. Sucede que después de beber este vinazo uno ya no es el mismo, es mejor, pues si la gracia divina existe, esta se llama PerSe.


FOTOS: Zaid Arauco Izaguirre.