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“Hay un terrorismo mediático en mi contra”

“La piel más temida”, dirigida por Joel Calero, es una buena película que relata el drama íntimo de una joven cuyo padre está en la cárcel por terrorista. Señalado como “proterrorista”, en esta charla el cineasta se defiende y acusa.

Publicado: 2024-05-09

Conocí a Joel Calero hace unos 20 años. Fue mi profesor de un curso de cine en la UPC, mientras yo estudiaba Periodismo. Desde entonces, soy testigo de su sensibilidad y muchas cualidades para analizar el arte cinematográfico. Por entonces, Calero ya había hecho algunos documentales y se preparaba para entrar de lleno en la ficción. “Cielo oscuro” fue un buen debut, pero, sin duda, “La última tarde”, su segunda cinta, resultó un avance significativo, no solo por lo narrado sino porque dejaba ver un cineasta competente y muy preocupado por los dramas íntimos, no por ello carentes de épica y sentido social.

Esta característica se ha acentuado en su tercera película, “La piel más temida”, cinta injustamente demonizada por un sector conservador que quiere ocultar, desde la negación panfletaria, una etapa de nuestra historia y sus protagonistas, víctimas y verdugos.

En esta charla, Calero habla de su cine, de sus intenciones y se defiende de las acusaciones que ha recibido. También nos anuncia que “Álbum de familia”, la cinta con la que cierra su tríptico sobre la época de terror que vivimos durante los 80 y 90, ya está filmada y que se estrena el próximo año. Además, comunica su debut en la novela gráfica con el volumen “Mientras dure el silencio”, que es la continuación, en papel, de esta nueva cinta. “He encontrado niveles de finura e introspección que la cámara no permite”, nos dice. Mientras esto llega, hay que ver “La piel más temida”, película más humana que polémica, más introspectiva que rabiosa, más artística que panfletaria.


¿El cine tiene una misión, una tarea?
No. El cine no me interesa por sus temas, me interesa por sus formas. El cine no debe ser utilitario. Como cualquier arte, el cine es un espacio para explorar con formas, y que estas nos permitan visibilizar de manera más fina los sentidos. El cine nos permite descubrir un pensamiento, visibilizar muchas articulaciones, porque al hacer una cinta muchas veces no somos conscientes de todas sus dimensiones, de todas las escalas de grises del fenómeno humano.
Hubo un tiempo en que se hablaba del arte puro y del arte comprometido. ¿Eso sigue vigente?
Yo focalizo mi trabajo desde el lado artístico. Existen credos individuales; el mío es el borgeano. Borges representa la exquisitez pura de las formas, y a través de esas formas lograr la visibilización de unos contenidos que, de otra manera, no habríamos alcanzado. En el cine, mis referentes máximos son cultores de la forma, por ejemplo, Nikita Mijalkov, John Cassavetes, Abdellatif Kechiche (fundamental para componer los encuadres de “La última tarde”, mi anterior película), László Nemes (emulo sus movimientos de cámara en “La piel más temida”) y varios más. Si algo me ha producido infinito contento es haber leído comentarios sobre la escena de “La piel más temida” donde Amiel Cayo, quien hace el papel de Víctor, un chofer de camión, toca la mandolina. Esa escena es un íntimo homenaje a Mijalkov, quien en “Pieza inconclusa para piano mecánico” hizo lo mismo.
Pero no negarás que en tus películas hay una preocupación social…
No es así. “Cielo oscuro” es una historia de parejas que se separan. “La última tarde” también es una historia de una pareja que se separa, con un pequeño componente político. Ese pequeño componente político deviene en un trasfondo de historias, pero siempre focalizadas en vínculos. En el cine, lo único que me interesa son los afectos, son los vínculos.
Es decir, quieres representar dramas humanos…
Únicamente eso.
Detrás de ello hay un trasfondo político, social, al que tú recurres para que tus historias no resulten un panfleto…
Exactamente.
Pero en tus dos últimas películas, el trasfondo político, social, es fundamental. ¿Por qué recurres a él?
No te puedo dar una respuesta precisa. En “La última tarde” no recuerdo en qué momento apareció esa dimensión política, que, en el fondo, no es más que una dimensión humana. Yo, como Silvio Rodríguez en una de sus canciones, me pregunto a dónde ha ido, dónde se encuentra hoy, en qué se ha convertido, toda esa energía psíquica de quien quiso transformar una sociedad. Esa es mi preocupación, un interés íntimo, no político. También me viene a la mente una frase de “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y ex tupamaro –un exterrorista, en los términos que algunos gustan usar hoy–, quien dijo lo siguiente: “Cuando éramos jóvenes, queríamos cambiar la sociedad. Ahora, nos conformamos con transformar la acera de enfrente”. Se ha pasado a una dimensión pequeña, individual. En “La piel más temida” hay una relación filial, que para mí resulta lo fundamental de la cinta.
Sin embargo, tú has dicho que te planteaste hacer un tríptico sobre la violencia política que vivió el Perú entre los 80 y 90…

Para mí es una sorpresa que el elemento político tape un poco el drama humano que planteo en mis cintas. Lo que hoy veo entre quienes, desde la derecha, critican “La piel más temida” es algazara, gritos, ruido, regurgitaciones y vómitos. Me gustaría encontrar en ellos sustento, argumentos, razones; que me digan en qué momento de la cinta hay un romantización o una defensa del terrorista. Estos días, yo mismo me he dicho que he contribuido a perfilar a un senderista que, sin ser una caricatura, resulta esencialmente malo: un genocida que es imperturbable en la relación con su hija, hija a la que abandonó; tosco con una madre que lo quiere y lo alimenta; un sujeto incapaz de comprender la dimensión cultural de las costumbres de su madre, quien le lleva a la cárcel un cuy cada 15 días. Me pregunto, ¿en qué momento romantizo o trato bien a este personaje? Al contrario, como me dijo alguien hace poco: “esa derecha que te ataca te ha desperdiciado, porque tu senderista es un panfleto, una persona sin matices, unidimensional. En lugar de atacarte, debió tomarte como modelo”. Sin embargo, el problema va más allá, porque no es que les moleste que se “humanice” al personaje, simplemente buscan que no se lo represente, que no aparezca. Eso es muy grave, porque implica una invisibilización, una supresión.

¿Cuál es el objetivo de esto?
Implica un reconocimiento de nuestros errores. En el Perú pareciera que no está permitido el diálogo, que no se admite la presencia de los disidentes, sean estos terroristas o no.
¿Qué piensas del accionar de las Fuerzas Armadas durante los años de violencia política?
Está en el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Quizás (el terrorismo de Estado) no fue sistemático, quizás no fue una política, pero que existió, existió, eso es innegable. Cuando alguien señala a los elementos negativos de un cuerpo, lo que quiere es preservar el cuerpo, evitar su metástasis y sanarlo. Yo quise hacer una película, inspirada en un libro de Gustavo Gorriti, sobre un militar auténticamente heroico. Sin embargo, no conseguí los recursos para producirla.
En una entrevista que le diste a Ideele, contaste lo que hace años te pasó con Lucho Cáceres. Antes de filmar “La última tarde” le recomendaste que leyese algunos libros y viese algunos documentales. “Me estás tratando de lavar la cabeza. Lo que pasa es que tú quieres hacer quedar bien a esos terrucos de mierda”, te dijo Cáceres. Y tu respuesta fue: “No uses la palabra ‘terruco’. Justamente eso es lo que te pido, si quieres llámalos ‘asesinos’, ‘subversivos’, pero no los llames ‘terrucos’ porque eso te ‘masivisa’ y, en el fondo, estarías funcionando como un perrito de Pavlov, que es la misma pretensión que tienen los fujimoristas, la de estigmatizar”. De alguna manera, quienes hoy estigmatizan tu película hacen suyo el reclamo que hace años te hizo el propio Lucho Cáceres…
La operación “mental” del terruqueo, primero, no es mental porque no recurre al pensamiento. En la anécdota con Lucho, lo que estaba haciendo era invitándolo al pensamiento; que accediera a la finura, a la complejidad.
Francisco de Piérola podría usar esta anécdota para confirmar aquello de lo que te acusa, que no te gusta usar la palabra “terrorista”.
Por supuesto. En este momento, para conformarlo, en la sinopsis de la cinta debería consignarse: “militante subversivo terrorista”, y ya está. Pero, como se lo dije, ese es un mero problema nominal. Muchos usan la palabra “subversivo” como sinónimo de “terrorista”, por ejemplo, el propio Alan García en sus discursos. Y yo estoy en esa línea, para mí “subversivo” equivale a “terrorista”. Ok, siendo precisos, hay diferencias, el terrorismo es una forma de violencia destinada a inhibir, a amedrentar. Lo que yo vivo estos días, con los ataques que recibo en redes cada vez que publico algo, es terrorismo. Por ejemplo, hace poco publiqué una foto de mi madre siendo niña. Allí aparece con mi abuela, quien usa pollera. Al hacerlo me dije que no iba a permitir que los sujetos infectos y cloacales que me atacan impidiesen que mostrase de dónde surgió “La piel más temida”: esa imagen infantil de mi madre y mi abuela. Sabía que me iban a atacar, pero ese terrorismo no puede pasar, ese “terrorismo mediático” de sujetos como De Piérola; de gente que insulta, ladra, difama. Eso es terrorismo. Quieren amedrentarme, no lo van a conseguir. Es interesante cómo aquellos que hablan del “terrorismo” de mi película, algo inexistente, incurren en una modalidad de interrelación que sí es terrorista, porque me quieren inhibir, amedrentar, acallar y silenciar.
Quizás sufres ataques violentos, agresivos, terribles, pero, ¿terroristas? ¿No crees que con lo que me acabas de decir contribuyes también a la banalización del término “terrorista”?
No, porque he tratado de precisarlo, y lo que hago es un uso metafórico de la palabra “terrorismo”. Vayamos a lo que hizo Sendero Luminoso en Lucanamarca. Abimael Guzmán ordenó una matanza brutal que sirviese de amedrentamiento para los demás pueblos, pues al ver lo que habían hecho en Lucanamarca nadie se iba a atrever a enfrentarlos, por miedo. El objetivo de un acto terrorista es inocular el miedo en el otro para que este no se oponga. Y eso pasa hoy conmigo, esa es su estrategia. No, no solo quieren insultarme, su propósito es inhibirme, proscribirme, silenciarme, y lo hacen desde el terror, desde el miedo.
Me sorprende que digas que te ha sorprendido el “terruqueo” a tu película por parte del sector más conservador de nuestra sociedad, más aún porque vivimos una época de extrema polarización…
Temí que eso pasara con “La última tarde”, pues allí los protagonistas son dos ex emerretistas, dos subversivos, dos terroristas, o como quieran llamarlos, pero, como no ocurrió, lo sucedido con “La piel más temida” me tomó desprevenido.

¿Eres amigo de Peter Cárdenas, el líder emerretista?
No, solo es uno de mis contactos de Facebook. Aunque soy un tipo introvertido y huraño, tengo cinco mil contactos en Facebook. Por lo general, yo acepto las solicitudes de amistad de personas con las cuales comparta unos 40, 50 contactos, y eso pasó con Cárdenas. Si soy un cineasta que ha hecho una película sobre dos subversivos emerretistas, pues es un personaje que me interesa, entonces, conversamos y le dije que me interesaba leer su libro y dónde lo podía encontrar. Ya está.
Para escribir los guiones de “La última tarde” y “La piel más temida”, ¿te contactaste con emerretistas o senderistas?
No. Ese no es mi método. Yo no hago una investigación propositiva, directa, porque si algo me interesa significa que ya hice una investigación inconsciente, una investigación sin haberla hecho.
¿Cómo logras la verosimilitud, entonces?
No creo en la verosimilitud, no en la verosimilitud ajustada. He pasado por varias universidades y varias carreras. A inicios de los 80, ingresé a la Católica a Ingeniería. No me gustó y me cambié a Literatura. Allí me sentí insatisfecho y me fui San Marcos, donde llevé muchos cursos libres. Luego regresé y, en todos esos devenires por la realidad, registré muchas cosas. Nunca he entrevistado a un emerretista o a un senderista. ¿He oído hablar a un senderista? Sí. Era un estudiante de la Católica quien, de ser el más alegre, el más divertido, el más dicharachero, de pronto se transformó en alguien muy serio, introspectivo, como el amigo del personaje de Amiel Cayo en mi película. Le dije, “viejo, no pierdas tu alegría”. Su respuesta fue, “el que va a perder la suya serás tú”.
¿Eres un hombre de izquierda?
¿Yo? Sí, seguramente más próximo a la izquierda que a la derecha, pero, ¿qué es ser de izquierda?
¿La agenda progresista es la tuya?
Sí, sí.
Has dicho que, para ti, Alberto Gálvez Olaechea, también un emerretista condenado por terrorismo, es un intelectual.

Ha publicado varios libros. Yo no podría hacer una afirmación de ese tipo si no los hubiese leído. Los recomiendo. “Con la palabra desarmada” es uno de ellos. El autor de esos libros es un Gálvez Olaechea que ha abdicado de sus pensamientos y los procederes del MRTA, y que, preocupado por reflexionar de manera más fina, escribe unos textos donde hace una especie de cronología de los movimientos históricos que lo condujeron a donde lo condujeron. Cuando lo leí, lo aprecié en su pensamiento porque, para empezar, es un sujeto que escribe bien. Luego me enteré que aprendió francés por su cuenta estando en la cárcel, y que había traducido libros del francés al castellano. Entonces, claro que es in intelectual, y lo es ahora, en este tiempo presente.

¿Crees en el perdón vinculado al arrepentimiento?
Siempre. Si no hay arrepentimiento no hay perdón posible. Me parece que hay un video donde Gálvez Olaechea abdica de sus ideas del pasado, donde se arrepiente, donde se retira. Recuerdo un documental donde aparece Sibila Arredondo (la viuda de Arguedas y senderista condenada por terrorismo), quien no admite sus culpas, de la misma manera que Alan García y Alberto Fujimori nunca admitieron las suyas.
Tu siguiente película tiene como protagonista a militares…
“Álbum de familia” ya está lista, y debe estrenarse en 2025. Imagino que generará el doble de revuelo que “La piel más temida”.
¿Por qué el Estado debe subvencionar al cine y a otras artes?
No existe país civilizado que no financie su cine, un cine lejos de lo estandarizado, de lo comercial. Lo grafico con un ejemplo: qué pasa por la cabeza de un aymara quien, al verse representado en “Wiñaypacha”, la cinta de Óscar Catacora, ve allí su lengua, sus costumbres, su cultura, su gente. Es probable que sienta orgullo, fortaleza, pertenencia, identificación, ciudadanía. Los cines nacionales necesitan existir porque aportan elementos de representación, de fortalecimiento, de visibilización, de historia, etcétera.
La subvención estatal, ¿es suficiente para financiar una película?
No, se requieren más fondos. Hacer una cinta me toma, en promedio, ocho años, tiempo en el que nunca he cobrado un sueldo. Ese dinero nunca ha entrado en mis bolsillos y se destinó a cubrir los gastos que conlleva una cinta y, de paso, dinamiza la economía. Es muy difícil hacer cine, y quienes lo hacemos nos guiamos por un pulso creativo que no podemos acallar.
¿Qué opinas de la iniciativa del congresista Muñante, quien le ha pedido al Congreso crear una comisión investigadora que evalúe el destino del dinero otorgado por el Estado al cine nacional?
El pedido del congresista Muñante forma parte de la alharaca, del ruido que vivimos estos días; de esta vocación conservadora y castrante que persigue, ataca y condena todo aquello donde se hable de la sexualidad o la memoria peruana.
¿Dirías que lo que propone Muñante es una persecución?
Es evidente que vivimos una persecución y una hostilización, y lo digo porque el proceso de selección de las cintas premiadas es muy claro: se hace la convocatoria, se nombra a un jurado, muchas veces internacional, se presentan los proyectos, y el jurado elige los mejores. “La piel más temida” no promueve el terrorismo, no defiende a senderistas. Hay un deseo explícito de hostilizar, de polarizar, de azuzar y de atacar a la cultura y, en ese proceso, a una representación de memoria y las disidencias sexuales.
También se te critica porque hace algunos años publicaste un tweet en contra de Keiko y Kenji Fujimori. ¿Reconoces que es un tweet muy violento?
Sí, pero también es muy irónico. Pongámonos en contexto: año 2018, si uno ponía “Keiko, Kenji y fratricidio” en Google lo más probable era que encontrase notas sobre los duros golpes mortales que estos hermanos se infringían, ataques que han llevado a uno de ellos a una condena. Lo que yo decía era que, ya que estos dos personajes se estaban destruyendo, ojalá terminasen se hacerlo pronto para que desapareciesen del escenario político. Era una metáfora basada en la realidad, pues se inspiraba en su pelea encarnizada.
A la distancia, ¿justificas o defiendes hoy esa metáfora?
La haría más explícita, porque la historia no se puede reescribir, no se puede borrar. Lo que yo decía en mi tweet no era mi deseo sino una descripción de los que ellos se hacían entre sí. No hay que olvidar que una hermana quiso llevar a la cárcel a su hermano solo para posicionarse en el poder.
Una película como “La boca del lobo”, ¿se podría hacer hoy?
Sería muy criticada.
¿Ya formaste un callo y estás listo para las críticas que recibirás por tu siguiente película, una que tiene a un militar como personaje?
Todavía no. Tengo algo de miedo; estoy zarandeado, dolido, pero no inhibido.

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