Mendoza es hermosa, y cada día lo es más: por su gente, por su hermoso paisaje, por sus vinos. No en vano acaba de ser elegida por la prestigiosa publicación Condé Nast como uno de los destinos imprescindibles para el 2023.

Nosotros acabamos de estar allí y damos fe de su belleza, de su espíritu acogedor, de la necesidad de visitarla, y aunque su principal actividad económica sea la explotación de petróleo, gas y uranio, lo que la hace única, la que la prestigia y le da fama mundial es la industria del vino. Y en ese terreno destaca con esplendor particular una de sus bodegas boutique, Durigutti Family Winemakers.

VEINTE AÑOS SOBRE UN SUEÑO

Durigutti Family Winemakers se asienta sobre el talento de dos hermanos, Héctor y Pablo Durigutti, enólogos mendocinos que, en 2002, decidieron hacer sus vinos propios, unos que reflejasen su personalidad particularísima, pero, sobre todo, expresasen su territorio, aquellos espacios donde nacieron, heredaron la sabiduría de sus antepasados, crecieron, se enamoraron de la tierra y de la vid y descubrieron que una de las mejores formas de expresar los afectos es a través del vino, esa bebida sagrada.

Como ellos mismos cuentan, desde el inicio se impusieron ser “(la) punta de lanza para una nueva generación de enólogos argentinos”, aquellos jóvenes que supieron continuar, con eficacia y sensibilidad, el legado de maestros como Roberto de la Motta, José ‘Pepe’ Galante, Mariano di Paola, entre otros. Hoy, el apellido Durigutti, junto con otros como Zuccardi, Vigil, Riccitelli, Michelini y más, resuena en todo el mundo gracias a la calidad de sus vinos, conformando una generación dorada que ya alcanzó la excelencia, pero que tiene, felizmente, muchísimo más por ofrecer.

Uno de los méritos de los hermanos Durigutti, que hoy toma nuevos bríos, fue su apuesta incondicional por espacios tradicionales como Luján de Cuyo, y dentro de ese territorio, la zona de Las Compuertas. Mientras la mayoría de bodegas y enólogos, y con razón, dirigían su mirada y sus proyectos hacia el Valle de Uco y sus bondades, los Durigutti empezaron un discurso reivindicativo de espacios tradicionales y de la manera de hacer vinos de sus antepasados, sumándole, eso sí, los adelantos que la ciencia y la tecnología han traído a la industria del vino. Es decir, los vinos de Durigutti son una expresión lograda del pasado y del presente, pero con una sólida mirada al futuro.

En 2007 compraron sus primeras cinco hectáreas de viñedo en Finca Victoria, pero, desde el inicio, en el no tan lejano 2002, contaron con el soporte de productores locales, muchos de ellos centenarios, que les vendían sus producciones y les garantizaban la calidad de la vid.

En 2017 presentan el Proyecto Las Compuertas, vinos de finca, uno de sus caballitos de batalla con vinos tan expresivos como el Malbec, el Cabernet Franc y el estupendo Malbec 5 Suelos. Allí también le han dado espacio a uvas particulares como la Criolla y la Cordisco, y la reivindicada Bonarda, que ellos llaman Charbono.

Pero como el prestigio del vino argentino crece día a día por el mundo, en 2018, en la aldea de As Bouzas (Galicia, España), en sociedad con Attilio Pagli y Francisco Cernadas, fundan una pequeña bodega, Castrelo Das Pedras, donde elaboran vinos de avanzada con la impronta de la D.O. Ribeiro.

El 2020, a pesar de la pandemia, es también es importante para Durigutti porque ese año avanzan en la construcción de la nueva bodega, Finca Victoria, que incluye instalaciones para el turismo en Las Compuertas. El espacio es formalmente inaugurado en marzo del 2021. Y aunque Las Compuertas, en Luján de Cuyo, sigue siendo su espacio principal, también hacen vinos con uvas provenientes del Valle de Uco, y gracias a su línea Cara Sucia, esa maravilla que recupera la manera de hacer vino de sus padres y abuelos, también de la zona del este mendocino, Rivadavia.

Pero volvamos a Durigutti Family Winemakers y Las Compuertas. El lugar ha seguido creciendo en tamaño y en proyectos: en 2022 celebró sus dos décadas con el lanzamiento de otro vino icónico, Durigutti Familia 20 años - Edición especial de Aniversario, adquirió más viñedos (hoy suman alrededor de 40 hectáreas propias evitando así, además, que se urbanice el campo y desaparezcan zonas agrícolas), continúa con la construcción de la nueva nave de la bodega (que le permitirá producir casi medio millón de litros al año) e inauguró su restaurante 5 Suelos, Cocina de Finca, cuyos fogones dirige la muy talentosa Patricia Courtois. Y allí nos dirigimos para probar los vinos de la bodega y las creaciones de Courtois.

ARMONÍAS

En 5 Suelos – Cocina de Finca fuimos recibidos por Héctor Durigutti, quien, mate en mano, nos sumergió en su territorio líquido, uno de creaciones particulares, aquellas con las que está cimentando su prestigio y que le da una mirada contemporánea, no solo al Malbec, que sigue siendo su caballito de batalla, sino a elaboraciones antiguas y a variedades particulares, muchas veces denigradas por abundantes, como el moscatel, el semillón y la bonarda.

Nuestra primera copa fue un “Tinto del Pueblo”, elaborado en Las Compuertas y, como su etiqueta lo decía, “exclusivo para los amigos de la casa”. Qué honor. Frescura y fruta en boca, ideal para los días soleados que hoy se viven en Mendoza.

Mendoza, Argentina, es un paraíso de los vegetales, sobre todo aquellos de origen mediterráneo, aunque también se están recuperando variedades andinas. Por eso, pensar en solo en carnes y parrillas cuando se habla de Mendoza, de Argentina, es un error. Courtois las trabaja muy bien, sin dejar de lado, claro está, preparaciones como el conejo, el matambre, las clásicas empanadas y, sobre todo, unos quesos elaborados por ella misma que resultan deliciosos.

También nos sorprendió con unos pejerreyes trabajados en escabeche que resultaron elegantes, precisos, deliciosos, más aún porque gracias a ellos, y para armonizarlos, pudimos probar los vinos, Raíces del Miño, que Héctor elabora en Galicia: un Treixadura y un blend de cepas autóctonas de la D.O. Ribeiro.

Mientras tanto, los vinos siguieron desfilando, así pudimos probar, y celebrar, las creaciones de autor de los dos hermanos. Pablo tiene la línea Carmela Durigutti; Héctor los llama HD. Son vinos precisos, filosos, con tradición. Nos gustaron, sobre todo el HD Malbec 2018, un Old Vine proveniente del Paraje Altamira, y el Carmela Durigutti Gran Reserva 2017 Malbec de las Compuertas, un tremendo single vineyard

Cerramos la fiesta con un Semillón Naranjo de la línea Ediciones Únicas, un estilo de vinos -frescos, naturales, de cuidada enología, pero poca intervención- que marca, desde la tradición, el futuro de Durigutti.