Nadie sufrió tanto la pandemia de la Covid 19 como los sectores turístico y gastronómico.

Para un país como el nuestro que cada día recibía más visitantes extranjeros no solo por su riqueza cultural, sus posibilidades de negocio, así como por su sabrosa (y cada vez más afamada) gastronomía, el golpe fue durísimo. Además, se estaba generando un turismo interno cada vez más exigente que, en términos de calidad, buscaba experiencias menos convencionales, más conectadas con el mundo, eso sí, sin dejar su toque local. Se estaba construyendo un Perú que brindaba y exigía excelencia.

Sí, la pandemia nos ha golpeado muy fuerte, pero muchos han mantenido intactas sus ganas de seguir bregando por el Perú. Es el caso de los gestores del BTH Hotel, un espacio que antes de la pandemia se había convertido en un punto de referencia de la hostelería, la coctelería, la diversión, la golosa mesa y la buena vida limeña.

Estos días, que el turismo extranjero no llega, o viene a cuentagotas, el BTH ha apostado por el cliente local, ese que ya buscaba experiencias top sin la necesidad de ir a Londres, Nueva York o Tokio. Y tienen argumentos para atraerlos.

CONTEMPORÁNEO Y CHIC

Mario Figueroa es el Gerente General del BTH, lugar que abrió sus puertas en 2006 y que, según nos dice, siempre buscó la innovación y la diferencia a través de una mirada cosmopolita.


“Abrimos en 2006, en un contexto complicado. Alan García volvía al poder y, por la experiencia de su primer Gobierno, las expectativas no eran las mejores. Sin embargo, el grupo de empresarios, todos peruanos, detrás del BTH, vio el futuro con optimismo. Mirábamos el mundo y sabíamos que había una renovación en la hostelería, en la mentalidad del viajero; renovación que también era generacional”, nos dice.

¿En qué consistió su apuesta? En mirar a los jóvenes. La hostelería se había quedado con los parámetros del siglo XX, incluso en algunos heredados de siglos anteriores. “La elegancia no se cuestiona”, era el lema de este espíritu tradicional.

“Decidimos apostar por este nuevo huésped, uno más joven y que no quería conceptos anquilosados, que no buscaba manteles blancos en las mesas sino experiencias divertidas; que apreciaba lo clásico pero que también apostaba por lo lúdico”, continúa Figueroa.

Ese primer BTH llamó la atención por su diseño, uno que para algunos resultaba demasiado atrevido, arriesgado. “No nos preocupamos por eso, porque, precisamente, queríamos ofrecerle a la gente una nueva experiencia, una que mezclase arquitectura, arte y diseño. Convocamos al arquitecto Jordi Puig, muy en boga esos días, quien interpretó muy bien nuestras ideas y las plasmó en un concepto contemporáneo, disruptivo”.

Ese primer BTH tenía, por ejemplo, un restaurante, Quimera, con una cocina implementada con todos los juguetes culinarios usados por los cocineros más vanguardistas del momento: cocinas de inducción, roners, zifones y más. Su primer asesor culinario, como era de esperarse, fue Virgilio Martínez, top mundial que al poco tiempo montaría Central.

Quimera tenía una cava de vinos que recorría el restaurante en ondulantes e iluminados anaqueles, donde se lucían varias de las mejores etiquetas del mundo. Tan rupturista resultó su diseño que uno a veces más que a comer y beber iba a mirar.

Luego se hizo cargo del restaurante Emilio Macías, un gran cocinero mexicano que había paseado su talento por las mejores cocinas de Europa y Estados Unidos y que, por recomendación de Martínez, aterrizó en el Perú. De la mano de Macías, comer en Quimera se convirtió en una experiencia única. Tan adelantado estaba a su época que muchos comensales de espíritu tradicional, que en el Perú son mayoría, no comprendieron su propuesta. Macías aterrizó luego en Astrid y Gastón, donde fue segundo del espacio, y hoy es probable que vuelva a sumarse a la aventura BTH, pero desde la docencia.

Volvamos al BTH y a las explicaciones de Figueroa, su gerente. “Yo creo que trajimos a la hostelería peruana al siglo XXI. Nos fijamos en el millenial, su pasión por la tecnología y su apuesta por la bohemia. Lo vimos como un cliente con mundo, tolerante, lector, sibarita, refinado, elegante, muy sociable; chic y glamoroso”. Lo diremos nosotros, un huésped con alma hípster. No en vano, en el BTH también hay una barbería.

LÚDICO Y CON ACTITUD

Luego del diseño planteado por Puig, el espacio siguió renovándose, transformándose. Montaron, por ejemplo, el Mad Bar, una de las barras más atrevidas, juguetonas y divertidas de Lima.

Allí convocaron a varios de los mejores -y jóvenes- bartenders de Lima, unos que no solo fuesen buenos creando cocteles, sino que tuviesen mucha onda. Entre los más recordados están Raiza Carrera (quien hoy la rompe en España), Vicky Hidalgo, Sharito Arias, Tatiana Flores, Alonso Palomino y varios más. Su coctelería se hizo divertida; su carta, juguetona; la música, gracias a los DJ invitados, una invitación a quedarse horas y horas. “Y así volverá a hacer”, agrega Figueroa.

“En nuestro lobby lucimos, siempre renovándoles, autos de colección, motos de ensueño, coches de carrera. Y así, cada rincón, cada pared, cada mueble, han sido creados con el fin de que nos quedemos mirándolos, que nos sorprendan, que nos llamen la atención. Debemos ser el lugar donde la gente se hace más selfies”, agrega orgulloso, sonriente.

NUEVOS TIEMPOS, NUEVA PROPUESTA

La pandemia los cogió en plena renovación de Quimera, su restaurante. Habían montado “La Terrazita” como una solución temporánea en una de las terrazas del hotel, pero que, dadas las circunstancias, llegó para quedarse.

Los protocolos de sanidad exigen hoy espacios abiertos, con mesas distantes y al aire libre. La Terrazita cumple con estos requisitos. Además, la han provisto de una carta corta pero cumplidora donde es posible encontrar algunos clásicos peruanos, como el cebiche y el lomo saltado, pastas y pizzas, hamburguesas y ensaladas y opciones de la cocina internacional. La Terrazita ofrece una cocina simple, de ingrediente, bien servida y sabrosa. Ah, en estos días calurosos ir a tomarse un spritz, un vermú o un coctel refrescante es una invitación al placer.

En cuanto al hotel, Figueroa nos dice que este tiene 131 habitaciones (todas con jacuzzi, divididas en tres categorías: Junior, Cosmopolitan y Business Loft), con una ocupación pre-pandemia que llegaba al 70% (con un 90% de público foráneo).

“Durante la pandemia, gracias a nuestra apuesta por los clientes corporativos y a que algunas empresas que no pararon y tenían que alojar a sus trabajadores, la ocupación pasó a ser del 60%. Esta sinergia nos permitió amortiguar el impacto. Sí, hemos perdido dinero, pero seguiremos adelante. Hoy apostamos por el cliente local, es más, hoy el 95% de nuestros huéspedes son peruanos. Por eso, se hace urgente que no volvamos a cerrar, sino la quiebra será inevitable. No nos negamos a cumplir con los protocolos. Estos son esenciales no solo para proteger a nuestros huéspedes sino también a nuestros trabajadores, pero está demostrado que lugares como hoteles o restaurantes con espacios abiertos no son foco de contagio. Al contrario, pocos lugares más seguros como los nuestros”.

Estos días, el BTH tiene tarifas especiales, solidarias le llaman, para acoger a huéspedes locales, en pareja o con familias enteras. Les ha venido muy bien que la cuarentena acabe, pero piden que los aforos se amplíen y que los días festivos, como Semana Santa, se les permita abrir. Su necesidad de recuperarse, de seguir trabajando y bregando por el país y su recuperación es palpable. 

“En seis o siete meses la situación cambiará, vendrán mejores días. El ser humano necesita salir y viajar. Se viene un rush fenomenal. Solo nos queda esperar, resistir, ser optimistas… y para eso solo necesitamos que se nos permita seguir abiertos”.
CENTRO DE APRENDIZAJE

En plena pandemia, a pesar de los días complicados, los promotores del BTH han decidido tomar nuevos riesgos e implementar BTH Studio, una nueva propuesta en hotelería, turismo y gastronomía.

Figueroa lo explica así: “En estos 15 años de experiencia hotelera notamos que los jóvenes egresados de escuelas de hostelería y gastronomía que recibíamos llegaban con muchas carencias. En la práctica, nosotros los teníamos que volver a capacitar, a educar. Sí, quizás por ser un espacio distinto tenemos otras exigencias, pero también es verdad que los lugares de educación tradicional no están preparando a los jóvenes para la vida real, para enfrentar con éxito un desafío laboral. Por eso, para paliar esta carencia, a pesar de estos días difíciles, hemos decidido crear BTH Studio”.

“Será un hotel-escuela donde los estudiantes tendrán la posibilidad inmediata, mientras siguen su carrera, de realizar sus prácticas. Lo teórico es fundamental, pero nuestros oficios son básicamente prácticos. Nosotros buscamos un equilibrio; más que un producto, una experiencia, una donde estén, como en nuestro hotel, el arte y la moda, el diseño y el márketing, la tecnología y la cultura”.

Además de BTH Studio, el grupo planea abrir otros hoteles, a través de franquicias como ya han hecho con su sede de San Isidro, en Arequipa y otras ciudades del Perú y, por qué no, del mundo. “Es hora de romper arraigos y atreverse; hacer marcas globales y no solo pensar en el Perú. Nos gusta lo peruano, su cultura, su colorido, pero creemos que nuestra tarea es universalizar nuestros conceptos… y todo nació en nuestra matriz, el BTH”. Figueroa dixit.